La locura de Pokémon Go se apodera del planeta

Hay personas persiguendo Pikachus y Bulbasaures en un hospital de Ámsterdam, desafíos de Pokémon en Sydney, jóvenes que se arriesgan a meterse en áreas privadas en Estados Unidos: la fiebre de Pokemon Go, el juego de realidad aumentada que permite capturar a esas criaturas virtuales, invade el mundo.

En parques, estaciones de metro, cafeterías… en todas partes puede verse el mismo espectáculo: “cazadores” con la nariz pegada a su teléfono inteligente, intentan atrapar a estos pequeños personajes de ficción, escondidos -gracias a la tecnología- en el mundo real.

Desde la semana pasada, la versión gratuita de Pokémon Go, basada en la tecnología de realidad aumentada que añade elementos virtuales a las imágenes del mundo real que enfocadas por las cámaras de los teléfonos, está disponible en Estados Unidos, Australia y Nueva Zelanda.

Utiliza geolocalización para que sus usuarios puedan atrapar Pokémones, las pequeñas criaturas que se popularizaron hace casi dos décadas.

El éxito del juego, descargado hasta la fecha más de siete millones de veces, se basa en parte en la combinación de lo real y lo virtual.

“Es ‘cool’ poder jugar verdaderamente como un entrenador de Pokémon en la vida real”, cuenta Lucas García, un californiano de 17 años que se hizo fan de la versión para la consola de Nintendo que apareció a fines de los años noventa.

“Es muy simpático tener un videojuego que realmente te obliga a caminar en vez de sentarte frente a la pantalla de televisor con un control en la mano”.

Casi una semana después de su lanzamiento, Pokémon Go ha hecho que el juego arroje cifras positivas en las plataformas de descarga de aplicaciones de Google y Apple. La aplicación es la más descargada de AppStore y compite con Twitter en términos de tráfico generado en internet.

Pokémon Go ya ha generado millones de dólares de ingresos y el lunes incluso ayudó a que la acción de Nintendo aumentara 25%.

El inusitado éxito del juego, que alguna vez fue visto como dominio exclusivo de los preadolescentes, casi se ha convertido en una locura generalizada.