El estrés es ni más ni menos que un mecanismo de defensa de tu organismo, una reacción ante una situación de peligro que pone en alerta a todos tus sistemas para reaccionar mejor y más rápido ante una amenaza. Sin embargo, tu cuerpo no está hecho para soportarlo de forma constante, algo que deriva sí o sí en problemas físicos y de salud.

 

Esta peculiaridad ocasiona en tu organismos cambios hormonales. Cuando tu cerebro y tu cuerpo detectan que existe una situación que necesita que des el 100%, envían la señal a las glándula suprarrenales para poner en marcha la producción de adrenalina, noradrenalina y cortisol. Estas tres sustancias incrementan tu ritmo cardíaco, mejoran el flujo de oxígeno a todas partes de tu cuerpo y afectan a la homeostasis, algo que puede parecer positivo pero que no lo es.

El estrés sostenido en el tiempo trae sus consecuencias: Cansancio, insomnio, nerviosismo, dolor de cabeza, problemas digestivo, taquicardia e irritabilidad.

Si la situación se prolonga durante meses o años, la cosa va a mayores. Al haber desequilibrado el proceso de homeostasis por culpa del elevado cortisol en sangre, tu cuerpo queda muy indefenso ante infecciones, por ello, lo mejor es que evites entrar en este tipo de situaciones que ocasiona que tu cuerpo tenga estrés.